Historia, el registro de los eventos que moldearon las naciones, las culturas y las identidades. También conocida como el relato del pasado, es lo que nos explica por qué celebramos lo que celebramos, y por qué algunas fechas se convierten en parte de nuestra alma colectiva. No es solo una lista de años y batallas. Es la historia de personas que decidieron cambiar lo que les tocaba vivir. En Chile, esa decisión se vivió el 18 de septiembre, la fecha en que se formó la Primera Junta Nacional de Gobierno en 1810, marcando el primer paso formal hacia la independencia. En Estados Unidos, fue el 4 de Julio, el día en que trece colonias firmaron la Declaración de Independencia, rompiendo con el Imperio Británico. Dos países, dos continentes, pero la misma esencia: el deseo de decidir por sí mismos.
La Historia no se queda en los libros. Se vive en las peñas, en los asados del 18, en los fuegos artificiales del 4 de Julio, en las canciones que cantan los niños en la escuela. Es la memoria colectiva que se transmite de generación en generación, sin necesidad de explicaciones largas. Cuando un chileno dice "hoy es 18", no solo habla de un día feriado. Habla de orgullo, de raíces, de lo que sus abuelos lucharon por construir. Cuando un estadounidense celebra el 4 de Julio, no solo festeja una firma. Festeja la idea de que todos pueden tener voz, incluso si no nacieron con privilegios.
La Fiestas Patrias, el período de celebraciones que comienza el 18 de septiembre en Chile y se extiende hasta el 22, no es solo un descanso. Es un acto de reafirmación. Y la Independencia de Chile, el proceso que arrancó con la Junta de 1810 y se consolidó años después, no fue un evento de un solo día. Fue un camino lleno de decisiones, errores, alianzas y traiciones. Algo parecido pasó en Estados Unidos: la Declaración del 4 de Julio no fue el final, sino el principio de una guerra que duró años, y de una nación que tuvo que construirse desde cero.
Lo que une estas historias no es la geografía, sino la humanidad. Ambas fechas nacieron de un mismo impulso: la voluntad de ser libres. Y hoy, cuando lees sobre ellas, no estás solo repasando el pasado. Estás entendiendo por qué tu país es como es, por qué ciertas tradiciones siguen vivas, y por qué algunos días, aunque parezcan solo fiestas, en realidad son recordatorios poderosos de lo que vale la pena defender.
En esta colección encontrarás historias reales, sin adornos, que te explican qué pasó, quién estuvo allí, y por qué todavía importa. No son ensayos académicos. Son relatos claros, directos, que te ponen en el lugar de quienes vivieron esos momentos. Ya sea que quieras entender mejor tu propia cultura o compararla con otra, aquí encontrarás lo que necesitas. Sin jerga. Sin tecnicismos. Solo la historia, tal como sucedió.