madres refugiadas, mujeres que huyen de guerras, persecuciones o desastres humanitarios para proteger a sus hijos. También conocidas como mujeres desplazadas por la violencia, son el rostro menos visible pero más resistente de la crisis migratoria global. En Chile, cada vez más llegan desde Venezuela, Haití, Colombia y otras regiones, cargando no solo maletas, sino el peso de un pasado que no eligieron y un futuro que temen no poder construir.
Estas mujeres no buscan beneficios ni subsidios. Buscan un lugar donde sus hijos no mueran de hambre, donde no les roben a sus niñas, donde no las obliguen a elegir entre comer o pagar el alquiler. Muchas han caminado cientos de kilómetros, cruzado ríos, dormido en la calle, aguantado abusos, todo para que sus hijos tengan una chance. Y cuando llegan aquí, se encuentran con burocracia, prejuicios y una red de apoyo que no siempre funciona. derechos humanos, el conjunto de garantías que toda persona debe tener, independientemente de su origen suenan bien en discursos, pero en la calle, muchas madres refugiadas los ven lejos. No tienen papeles, no entienden el idioma, no saben dónde pedir ayuda, y los pocos programas existentes no llegan a tiempo, o no llegan en absoluto.
migración forzada, cuando la gente se mueve no por elección, sino porque su vida está en peligro no es un fenómeno nuevo, pero sí cada vez más visible. Y detrás de cada estadística hay una madre que llora en silencio por lo que perdió: su casa, su comunidad, su identidad. En Chile, algunas han logrado reconstruir su vida: abren pequeños negocios, aprenden español, inscriben a sus hijos en la escuela. Pero muchas otras siguen en la sombra, sin documentos, sin trabajo, sin esperanza. vulnerabilidad infantil, el riesgo que corren los niños cuando sus madres están expuestas a la pobreza, la exclusión o la violencia es el mayor costo de esta crisis. Niños que no juegan, que no duermen bien, que aprenden a callar porque ya no confían.
Lo que encontrarás aquí no son artículos genéricos. Son relatos reales, reportajes de campo, testimonios de mujeres que han vivido lo que otros solo leen. Algunas llegaron con nada, otras con documentos, pero todas con un solo objetivo: que sus hijos no se conviertan en otra estadística. Aquí no hay discursos políticos ni frases vacías. Solo voces. Historias. Y una pregunta simple: ¿qué harías tú si tu vida se derrumbara y tu única misión fuera mantener con vida a tus hijos?