Un surfista hawaiano, una persona que practica el surfing con raíces profundas en la cultura indígena de Hawái. También conocido como pahua, este término no solo describe a alguien que monta olas, sino a un guardián de una tradición que lleva más de mil años. En Hawái, el surfing no es un deporte, es una forma de vida, una conexión espiritual con el mar, la tierra y los antepasados. Los primeros surfistas hawaianos no usaban tablas de espuma ni trajes de neopreno: sus tablas, hechas de madera de koa o wiliwili, podían medir hasta cuatro metros y pesar más de 70 kilos. No era solo cuestión de velocidad o maniobras, sino de respeto: cada ola tenía nombre, cada playa tenía espíritu, y cada surfista aprendía a leer el océano como un lenguaje.
La cultura del surf hawaiano se transmitió de generación en generación, y con ella, valores como la aloha, una filosofía de respeto, humildad y conexión con los demás, y el mana, la energía espiritual que se cree fluye en todo ser vivo y en la naturaleza. Los grandes surfistas hawaianos como Duke Kahanamoku, quien llevó el surfing a Australia y California en los años 20, no solo fueron atletas, sino embajadores de una identidad que el mundo empezó a admirar. Hoy, los surfistas hawaianos siguen dominando las olas más grandes del planeta, como las de Pipeline en Oahu o Jaws en Maui, no por fama, sino porque nacieron con esa sangre en las venas. No necesitan premios ni patrocinios para sentirse completos: solo necesitan el mar.
Lo que ves en las redes sociales —tablas pequeñas, saltos espectaculares, competencias internacionales— es solo una parte. La verdadera esencia del surfista hawaiano está en los amaneceres solitarios en las playas de la costa norte, en las oraciones antes de entrar al agua, en el silencio entre olas, en el modo en que un joven aprende a surfear no para ganar, sino para honrar. En esta colección, encontrarás historias reales de surfistas hawaianos que han marcado la historia del deporte, reportajes sobre cómo la cultura local se mantiene viva a pesar del turismo masivo, y testimonios de quienes viven el surfing como un rito, no como un espectáculo. No es solo sobre olas. Es sobre identidad, resistencia y raíces.