Viaje peligroso: historias reales de riesgo, supervivencia y decisiones extremas

Un viaje peligroso, un desplazamiento forzado donde la vida se pone en juego por falta de opciones. Also known as travesía de supervivencia, es más que un camino físico: es una decisión tomada entre la desesperación y la esperanza. En Chile y toda América Latina, estos viajes no son solo historias de otros países. Son los de quienes cruzan la frontera sur buscando refugio, los de quienes huyen de inundaciones en la Región Metropolitana, los de quienes abandonan sus hogares tras un incendio forestal, o los que se suben a camiones sin seguro para llegar a un trabajo que les permita comer.

El desastre natural, un evento climático o geológico que destruye infraestructura y obliga a la evacuación masiva ha convertido en rutina los viajes peligrosos en zonas como Valparaíso o La Araucanía. El simulacro de terremoto y tsunami, un ejercicio de preparación que revela cuán frágil es la respuesta real ante una emergencia en Valparaíso no es solo una práctica: es una advertencia. Cuando el Senapred activa el protocolo, muchas familias ya saben que no tendrán tiempo para recoger nada. Solo pueden correr. Y ese correr, con niños, con ancianos, con lo poco que queda, es un viaje peligroso en toda regla.

La migración, el desplazamiento humano por motivos económicos, políticos o de seguridad también es un viaje peligroso. No es un fenómeno lejano. Las tomas como la de La Florida no son solo protestas: son el resultado de personas que ya hicieron un viaje peligroso antes —de su país, de su pueblo, de su vida anterior— y ahora luchan por no ser desalojadas otra vez. La falta de subsidios, la lentitud de la respuesta municipal, la amenaza de Carabineros… todo eso suma más riesgos a un viaje que ya no termina.

Y no son solo los humanos. Las empresas también hacen viajes peligrosos. Cuando Latam Airlines pierde un 8% de su valor por una venta de accionistas, o cuando Aguas Andinas corta el agua en tres comunas por mantenimiento, están jugando con la estabilidad de miles. Esa interrupción del servicio básico es un viaje peligroso para quienes no tienen agua para cocinar, lavar o beber. No es un error técnico: es una consecuencia de decisiones que priorizan el balance sobre la vida.

En los últimos meses, hemos visto cómo el viaje peligroso se viste de distintas formas: desde el de los jóvenes que protestan en Lima por pensiones injustas hasta el de los migrantes que cruzan ríos en la frontera sur con el único objetivo de no morir de hambre. El viaje peligroso no siempre es un tren, un barco o una caminata por la selva. A veces es esperar una respuesta del Estado, o decidir si dejar tu casa por una que no tiene luz ni agua. Es ver cómo las cámaras de IA en el Sky Costanera protegen edificios, pero no a las familias que viven en las que están al lado.

Lo que encontrarás aquí no son noticias sueltas. Son relatos conectados por una misma verdad: cuando el sistema falla, la gente sigue moviéndose. Y cada movimiento, por pequeño que parezca, es un acto de valentía. Aquí hay historias de evacuaciones, de desplazamientos forzados, de decisiones tomadas bajo presión. Historias reales. Nada de ficción. Solo lo que pasa cuando ya no queda otra opción.

El relato narra la odisea de una madre sudanesa que, buscando un mejor futuro, emprende un peligroso viaje desde Sudán hacia Libia. Durante más de tres días, enfrenta inseguridad, grupos armados y la amenaza constante de violencia. La historia destaca la valentía de estas madres y la cruda realidad de su travesía, reflejando la fortaleza y determinación que las lleva a arriesgarlo todo por sus familias.