La Villa Olímpica, un proyecto urbano en Santiago destinado a albergar a atletas durante los Juegos Panamericanos 2023 se convirtió en un símbolo más que en una infraestructura. No solo fue el lugar donde se prepararon deportistas, sino también el escenario de una de las crisis sociales más visibles en la Región Metropolitana. Hoy, lo que quedó de ella no es un complejo deportivo, sino una toma de terreno habitado por cientos de familias que buscan vivienda digna. Y eso, en un país donde el acceso a la vivienda es un derecho pendiente, la convierte en un tema que no se puede ignorar.
El desalojo de la toma Dignidad, una ocupación en La Florida que albergaba a 193 familias cerca de la Villa Olímpica fue ordenado por el alcalde Daniel Reyes por riesgos de aluvión e incendio. Pero detrás de la justificación técnica, hay una historia más profunda: familias que llegaron porque no tenían otro lugar donde ir, y que ahora enfrentan la evacuación sin subsidios entregados. Carabineros estuvo presente, la municipalidad prometió soluciones, y hasta ahora, nada se ha cumplido. La Quebrada de Macul, un cauce natural que atraviesa la zona y que se volvió un foco de riesgo tras las lluvias intensas es el hilo invisible que une la Villa Olímpica con el desastre inminente que amenaza a quienes viven en sus alrededores.
El Senapred, la agencia chilena encargada de prevenir desastres naturales ha hecho simulacros en Valparaíso, pero en La Florida, los planes de emergencia parecen纸上谈兵. Nadie ha construido muros de contención, nadie ha reubicado a las familias, y nadie ha explicado por qué un terreno tan cercano a una infraestructura de alto perfil fue dejado sin vigilancia. Mientras tanto, las cámaras de IA en el Sky Costanera monitorean incendios, pero no ven las casas de cartón que se levantan en la ladera. La Villa Olímpica ya no es un símbolo de deporte. Es un espejo. Y lo que refleja es una ciudad que prioriza las imágenes sobre las personas.
Lo que encontrarás aquí no son artículos de celebración ni reportajes de campaña política. Son historias reales: de quienes vivieron en la toma, de las autoridades que prometieron y no cumplieron, de los vecinos que temen la próxima lluvia, y de los sistemas que fallan cuando más se necesita. No hay glamour. Solo hechos. Y lo que pasa en la Villa Olímpica no se queda allí. Se extiende a cada barrio donde la vivienda es un privilegio, no un derecho.