La violencia infantil, cualquier forma de abuso, negligencia o explotación que daña físicamente, emocionalmente o sexualmente a un niño o niña. También conocida como maltrato infantil, no siempre deja marcas visibles, pero sus consecuencias pueden durar toda la vida. En Chile, esta realidad afecta a miles de menores cada año, muchas veces dentro de sus propios hogares, escuelas o comunidades, y casi siempre en silencio.
La violencia infantil no es solo un puñetazo o un grito. Incluye negligencia, cuando un adulto no provee comida, atención médica, educación o afecto básico, abuso emocional, como humillar, amenazar o aislar a un niño, y abuso sexual, cualquier contacto o exposición inapropiada con un menor. Lo peor es que muchos niños no saben que lo que les pasa no es normal. Por eso, los adultos que los rodean —profesores, vecinos, familiares— tienen un rol clave: ver lo que otros ignoran.
En los últimos años, Chile ha empezado a tomar medidas. Organismos como el Sename y la Fiscalía han aumentado su capacidad de respuesta, y algunas comunas han implementado programas de detección temprana en jardines infantiles. Pero aún falta mucho: hay zonas donde no hay psicólogos escolares, y muchos casos nunca llegan a denunciarse porque el niño tiene miedo, no tiene a quién confiar, o cree que lo merece. Lo que sí es claro: cada historia que se calla es una oportunidad perdida para salvar una vida.
Lo que encontrarás aquí no son solo noticias. Son relatos reales, denuncias, avances y fallos del sistema. Historias de niños que lograron salir, de adultos que decidieron actuar, y de instituciones que aún no responden como debieran. No hay teorías vacías. Solo lo que está pasando, en este país, ahora.