Feria de Santos

La Feria de Santos, una celebración popular chilena que combina religión, gastronomía y vida comunitaria. También conocida como Fiesta de Todos los Santos, es más que un día en el calendario: es un momento en que las familias se reúnen, los mercados se llenan de ollas de caldillo y las calles de Santiago cobran un color especial. No es una feria como las de productos industriales. Aquí no se venden solo manzanas o empanadas. Se venden recuerdos, historias y ese sabor que solo se encuentra en las manos de quienes la preparan desde hace generaciones.

Esta tradición se conecta directamente con la cultura popular, la expresión viva de las costumbres chilenas que se mantienen fuera de los espacios oficiales. La Feria de Santos no la organiza el municipio para turistas. La hacen los vecinos, los vendedores ambulantes, los poetas que recitan en el Metro, y hasta los que llevan sus propios altares a los cementerios. Es una fiesta que nace de abajo, no de arriba. Y por eso, cuando el Metro de Santiago extiende sus horarios para que más gente llegue, o cuando el Canto a lo Poeta, una manifestación oral declarada patrimonio cultural se instala en las estaciones, no es casualidad. Todo eso forma parte del mismo tejido: la gente que no espera permiso para celebrar.

Lo que ves en las fotos de las ferias de Santos no es solo comida. Es la resistencia de lo cotidiano. Es la abuela que vende sus pasteles de choclo y no cambia la receta aunque la gente pida gluten-free. Es el niño que corre entre las carpas y sabe que el mejor postre no está en la tienda, sino en el puesto de la esquina que lleva 40 años ahí. Es la misma energía que mueve a los hinchas de Colo Colo cuando Arturo Vidal habla de unidad, o a los jóvenes que protestan en Lima por pensiones, pero en Chile lo hacen con una guitarra en la mano y un pan de pascua en la bolsa.

En esta colección de notas, no encontrarás solo reportajes sobre eventos. Encontrarás cómo la Feria de Santos se refleja en lo que pasa en el país: en el desalojo de la toma Dignidad, donde las familias pierden su hogar pero no su costumbre de juntarse a comer; en el simulacro de terremoto en Valparaíso, donde la preparación comunitaria es tan vieja como la feria; en el regreso del Canto a lo Poeta al Metro, que es como si la feria se hubiera movido de la calle al tren, pero seguía siendo la misma fiesta.

Lo que sigue no son solo noticias. Son pedazos de una misma historia: la de Chile, que no se cuenta en discursos, sino en ollas humeantes, en versos recitados entre el ruido del metro, y en el silencio de un cementerio al atardecer del 1 de noviembre. Aquí está todo eso. Y más.