Un magnitud 6.3, una medida de la energía liberada por un terremoto en la escala de Richter. También conocido como sismo de intensidad moderada a fuerte, es suficiente para causar daños en edificios mal construidos, sentirse con fuerza en zonas cercanas al epicentro y activar protocolos de emergencia en todo el país. En Chile, donde la tierra se mueve con frecuencia, un evento de esta escala no es raro, pero siempre es serio. No es un terremoto catastrófico como los de magnitud 8 o más, pero sí el tipo de sismo que deja recuerdos, alertas y cambios en la rutina de miles.
Este nivel de magnitud suele estar asociado con movimientos en fallas cercanas a la costa o en zonas de subducción, donde la placa de Nazca se hunde bajo la sudamericana. Cuando ocurre, el Senapred, el servicio nacional de prevención de desastres en Chile activa sus sistemas de alerta, las autoridades locales revisan infraestructuras críticas, y la gente recuerda lo básico: salir de edificios altos, alejarse de ventanas y no usar ascensores. No es solo sobre el temblor en sí, sino sobre lo que viene después: la evacuación, la verificación de daños, la comunicación con familiares. En Valparaíso, por ejemplo, un simulacro reciente mostró cómo una comunidad puede responder rápido —pero también dónde aún falta mejorar.
Los terremotos de magnitud 6.3 no solo sacuden el suelo, sino también la confianza. Cada vez que sucede, se repiten las mismas preguntas: ¿Estamos preparados? ¿Las escuelas cumplen con los estándares? ¿Las casas viejas pueden resistir? En Chile, donde los sismos marcan la historia, cada evento de esta escala es una prueba práctica de lo que se ha aprendido —y lo que aún se ignora. En las últimas semanas, varios sismos cercanos a esta magnitud han sido registrados en la Región Metropolitana y el Biobío, lo que ha reavivado el debate sobre la construcción resiliente y la cultura de prevención.
Lo que encontrarás aquí no son solo titulares de un sismo pasado. Son historias reales: cómo una familia en La Florida se preparó tras un temblor similar, cómo el Metro de Santiago ajustó sus horarios tras una alerta, cómo cámaras con inteligencia artificial en Sky Costanera detectaron temblores antes de que los sensores lo hicieran. Estos artículos no solo hablan del movimiento de la tierra, sino de cómo las personas, las instituciones y las ciudades responden cuando sucede. No se trata de miedo. Se trata de saber qué hacer cuando la tierra se mueve, y cómo no volver a estar desprotegido.